No sé si os acordáis de las famosas furgonetas Vanette que, cuando yo era adolescente, se veían por España. Aquí en Tanzania se llaman daladala y son la forma más común de viajar. En Kenya son los matatus, en Mozambique las chapas,…
¿Cuánta gente puede caber en un daladala? ¿? En España tenían 9 plazas pero hoy en contado 19 en el que me ha llevado al centro. A esto hay que sumar la gente que va de pie: 8, 9, 10 personas más, bien apretaditas. Siempre puede subir alguien más. La ambición de los dueños o de los que lo gestionan no tiene fin, las averías tampoco.
Viajar en África puede resultar una auténtica aventura, una experiencia única, agobiante, irrepetible, asfixiante, estresante, dura… No puedo resistir la tentación de contaros el maratoniano día que pasé hace unos días en el transporte tanzano. El viaje me llevaría de Pawaga a Sadani, separadas por menos de 200 km. 12 horas interminables para conocer un poquito más este país y a sus gentes. En África se viaja así, los pobres viajan así, sufriendo, sin dignidad.
La bocina del bus me ha despertado a las 4 y pico de la mañana. Al conductor no le ha importado mucho lo temprano de la hora. No se ha parado a pensar que en ese momento casi todo el mundo… duerme. No tengo muy claro a qué hora sale exactamente. Lo he preguntado pero he recibido varias respuestas posibles. Estoy en la carretera desde las 4:30. Media hora más tarde estoy pegando botes en una pista de tierra. Nos separan 75 km. de Iringa que haremos en 3 horas. Este recorrido lo hace el bus de la Upendo (amor en swahili), un trasto antediluviano que bien podría desmontarse en cualquier momento. No tiene ventanas y en cada fila hay 5 asientos. Me ha tocado en el cercano al pasillo y voy con medio cuerpo fuera pero aún así soy terco e intento dar una cabezadilla. Esta vez no lo conseguiré.
Recién salidos ha subido un pasajero que se ha puesto a discutir acaloradamente con el cobrador que le exige lo mismo que he pagado yo. 500 Tsh. (25 céntimos de euro) provocan un enfrentamiento cuando todavía no ha salido el sol. Tras una hora de viaje hemos llegado al bosque, con unos colores otoñales preciosos, donde está la parada obligatoria para comprar leche a los masai. Algunos han subido y han empezado las aglomeraciones en el pasillo. Gracias a Dios el resto del viaje discurre tranquilamente y he podido hasta disfrutar de un amanecer magnífico. Pero esto no ha hecho más que empezar.
En Iringa me he permitido un desayuno acorde al día que me espera, he descansado un rato y vuelta a empezar. Ahora mi destino es Kinyanambo, a 70 km., un cruce en la carretera principal que conduce hacia el sur antes de Mafinga, a casi 2000 m. de altura. La carretera está asfaltada y los comienzos son prometedores: nos para la policía y “desaloja” a todos los que van de pie. Es la primera vez que lo veo, aunque no he observado que hayan pagado multa alguna quizá porque el policía ha obtenido unos ingresos extra. Quién sabe. Tras este incidente que ha mejorado la calidad del viaje no tardamos 5 minutos en estar todavía más apretujados que antes. En algún momento hemos superado la treintena y confieso que he estado rodeado por todos los lados de humanidad tanzana. No se lo recomiendo a los claustrofóbicos. La puerta va abierta en algunos momentos y el cobrador y algún otro con el cuerpo fuera. No cabe un alfiler o eso creo yo.
Pienso en la poca dignidad que supone para todos ir como ovejas durante tres horas. Algunos se niegan a subir pero a otros les da igual. Un pasajero ha empezado a discutir acaloradamente con el cobrador. Hay un momento de tensión. No sé si es por el precio o por el equipaje pero los gritos y las apreturas hacen que uno desee que se acabe este tormento. A cada rato nos vamos parando para recoger o dejar gente porque no hay paradas establecidas.
Es la una y media cuando llegamos y el siguiente daladala está lleno. Full, -nos dicen. ¡Cómo estará para que no nos hayan dejado subir! Nuestro destino final, Sadani, está a 45 km. y la carretera vuelve a ser de tierra. Cuando son las 14:30 llega un pequeño bus y nos metemos como balas para coger un sitio. Tardará más de media hora en arrancar. Me estoy agobiando.
Hemos pillado los dos asientos al lado del conductor. El bus es viejo y varias partes del cuadro de mandos están arrancadas. En un momento he visto que el conductor juntaba dos cables, de los que ha saltado una chispa, para que hicieran conexión. Estoy rodeado. Cuando menos me lo espero me encuentro acorralado por cajas y bultos. A mi lado se han desparramado un montón de tubos de superglue. Estoy demasiado cerca del conductor y no le dejo cambiar bien así que ha optado por poner un ladrillo debajo de mi asiento para que me vaya hacia la izquierda y no le meta mi pierna en la caja de cambios. Dentro ha empezado a hacer calor y ya no disimulo movimientos de todo tipo para encontrar la postura.
Cuando queda poco, la penúltima parada es para mear pero da lo mismo, no puedo salir. Hemos llegado a las 16.30. Veo abrirse el cielo. Hace más de 12 horas que me levanté y estoy muerto. Perdone señor conductor, ¿me permite salir por su puerta?
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