Después de muchas horas de viaje por caminos maltrechos que llaman carreteras y navegando por el río Tambo llegamos a Atalaya. La imagen que uno recuerda de esta ciudad son un conjunto de casas de madera amontonadas unas con otras sin ningún tipo de orden que crecen junto a la orilla mezclándose con el barro y el polvo del puerto y el camino que lleva al centro de la vida urbana. Allí pasamos unos días, conociendo sus gentes y el proyecto del campus universitario de Nopoki.
En Nopoki nuestra ONG colabora en la construcción de un albergue para jóvenes de comunidades indígenas que realizan estudios universitarios para poder mejorar y fomentar el desarrollo de los pueblos nativos del entorno. Visitamos todo el conjunto universitario, sus aulas que ya empiezan a utilizarse, los talleres, los campos de cultivo, los albergues construidos y los que quedan por finalizar. La construcción de este campus es un gran sueño que gracias a la labor de muchos se está haciendo realidad.
Coincidiendo con nuestra visita, el pueblo se preparaba para la celebración de sus fiestas patrias. El 28 de julio se conmemora la independencia de la nación peruana y con tal motivo las calles se llenan de desfiles, música y un sin fin de actos en los que participa todo el pueblo. Nosotros, junto con la Casa Parroquial contribuimos como pinches en la elaboración de una rica paella y una deliciosa fideua. Ni Arguiñano hubiera podido competir con nuestros manjares.
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