Aquí seguimos en Villa Rica. Acabamos de mandar un artículo al diario de Burgos así que, quizá, próximamente nos leeréis.
Los días pasan rápido en un mundo que algunas veces nos resulta difícil, acostumbrados a las mil comodidades en Burgos. El colchón es delgadito y nuestra espalda está un poco maltratada, a veces el agua no sale todo lo caliente que nos gustaría y la limpieza en el pueblo, aunque este año hemos visto una brigada ecológica, deja bastante que desear. Después están los mosquitos, que se puede ir la luz durante todo un día, que no hay lavadora, que hay que hervir el agua para beberla,… Ya veis, un mundo distinto al nuestro al que me cuesta acostumbrarme.
De todas formas, todo lo anterior se ve compensado con el cariño de la gente. Gente que te habla, gente que te abre sus casas, gente que te besa cuando la encuentras y cuando la despides, gente sencilla muy agradecida, gente buena,… Gente como nosotros que tiene, por lo general y sin saber porqué, una vida bastante más cuesta arriban que la nuestra, gente que sufre un poco más de lo establecido para otras gentes.
Hoy quiero contaros el caso de Paulina y José Feliciano, un matrimonio que vive en un barrio, si cabe más humilde que el resto, en una casa pobre pero muy digna. Ella es presidenta de la Junta Vecinal, a veces no se la entiende bien, pero lucha como nadie por sus vecinos. Con harto esfuerzo están dando estudios a sus hijos. La pequeña, Gaby, ha empezado este año Contabilidad en Tingo María, a 14 horas de aquí. Hemos buscado un padrino en España para que le apoye. De otra forma los estudios superiores son casi prohibitivos. Feliciano trabaja en una empresa maderera en Iscozazín a más de 5 horas y es bien sonriente. Pasa poco tiempo en casa. El trabajo ha ido pasando factura en su enjuto cuerpo. Tuvo un accidente el octubre pasado. Un tronco le aplastó y todavía tiene secuelas. Pasó una buena temporada sin trabajar y, claro, sin cobrar. Son una pareja luchadora. Muy luchadora. Nos han invitado a comer y hemos pasado un rato muy agradable. Tienen en el pequeño ambiente que hace las veces de comedor los cuadros con las graduaciones de secundaria de sus hijos. Son evangélicos. Paulina da gracias a Dios por la vida, una vida cargada de dificultades que ellos afrontan con esperanza. Son una familia pobre pero se respiran ganas de mejorar, de ayudarse, de hacer de su barrio un lugar más habitable.
Paulina nos despide y se pone a soñar en todo lo que quisiera para su barrio. De momento estamos a la espera de que el ayuntamiento de Burgos resuelva positivamente la subvención que hemos solicitado para la mejora de los baños y las cocinas del Cerrito San Francisco, donde viven Paulina y Feliciano.
Nosotros también vivimos con esperanza y optimismo. Otro mundo más justo es posible. En ello estamos.
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