domingo, 11 de diciembre de 2011





VOLUNTARIOS
Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable. (Eduardo Galeano).

El pasado lunes fue el Día Internacional del Voluntariado y yo me alegro enormemente de que haya miles de personas en España que actúan desinteresada, responsable y gratuitamente en acciones organizadas en beneficio de la comunidad y con una voluntad clara de servir.

Todos los años al principio de curso invito a mis alumnos mayores a realizar alguna labor social como voluntarios. Me encuentro, principalmente entre las chicas, una gran acogida incrementada cuando les llevo a visitar alguna institución donde podrían realizar su actividad. Muchas quieren empezar ese mismo día pero enseguida pienso que se puede querer ayudar con las mejores intenciones del mundo pero los resultados ser desastrosos así que les digo que se lo recordaré 15 días más tarde. La segunda vez el entusiasmo ha decrecido y al final, unos poquitos se embarcan en esta aventura. Y es que unas actitudes adecuadas son imprescindibles para la mejor realización de un trabajo voluntario: por supuesto una cierta madurez, un respeto total al otro, un compromiso serio, paciencia, constancia, servicio, amabilidad, capacidad de ponerse en el lugar del otro, tener una opción clara por los más débiles y, claro está, una buena coordinación con la institución que te acoge. Seguro que a vosotros se os ocurren más para que las cosas vayan bien.

Conozco mucha gente voluntaria y estoy completamente seguro de su buen hacer y del tiempo de calidad que dedican para hacer este mundo un poco más humano pero qué mejor, para aprender, que hacer un poco de autocrítica.

He estado leyendo un artículo de Ian Birrel en The Guardian donde se habla del fenómeno del turismo de voluntarios a corto plazo. Gente que quiere “hacer solidaridad” en algún país poco desarrollado, puntualmente y sin ningún tipo de preparación. El informe es demoledor y revela que este tipo de acciones hacen más daño que bien.

No dudo de que el que así actúa lo haga con unas intenciones plausibles pero desde el punto de vista de los pobres, de los que van a recibir la ayuda, puede llegar a ser contraproducente para su desarrollo.

Por estas zonas de Tanzania se ven muchos tiernos infantes, con apenas 18 añitos, dispuestos a pasar una temporada lejos de casa. Algunos países promueven que tras acabar la secundaria y antes de entrar en la universidad pases un año de tu vida en un país empobrecido. La verdad es que con el nivel de madurez del joven europeo es como para echarse a temblar. Sin ninguna formación específica, en muchas ocasiones son más un estorbo que una ayuda pues las organizaciones tienen que dedicar muchas energías a su atención.

Leo en el blog de José Carlos Rodríguez y Alberto Eisman, que os recomiendo vivamente (http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php) que muchos de los alemanes que llegan a Uganda son gente despreocupada, más inclinada a buscar los sitios de moda donde se pueda beber barato, ligar y disfrutar de buena música que a “perder” tiempo con locales que hablan otra lengua en un barrio marginal. Se pueden tener las mejores y más nobles intenciones de ayudar, pero la realidad resultante puede ser funesta si alguien viene a África con las prioridades descolocadas, queriendo vivir experiencias “fuertes” en el menos tiempo posible, ignorando la cultura local o sin pensar cuáles son las consecuencias de nuestra “ayuda” a largo plazo para las personas a las que decimos asistir.

Hace muchos años visité Gambia en un viaje organizado por una ong canaria. Aquella experiencia tan extravagante que viví me marcó y me enseñó algunas cosas en las que no debía caer. Este tipo de viajes, mitad aventura, mitad solidaridad, están pensados para la gente de nuestro mundo que quiere lavar su conciencia sin cambiar para nada su estilo de vivir. El pobre, perdonad que lo diga así, es un monito al que arrojar camisetas desde un camión. Es alguien que quizá me afecta durante unos minutos pero que deja de preocuparme apenas monto en el avión de vuelta. Estas pildoritas de solidaridad, como dice A. Eisman, nos dan un tranquilizador chute de buenismo, para después seguir viviendo en el egoísta y frenético ritmo occidental que por supuesto no estamos dispuestos a cambiar.

No sé si os acordáis del lema de Manos Unidas de hace unos años “cambia tu vida para cambiar el mundo”. Ésta me parece la clave para ser un buen voluntario. Queremos cambiar la sociedad, hacerla más justa, más humana. Queremos ser agentes transformadores, críticos, pero esto nos exige empezar por nosotros mismos, cuestionándonos nuestros hábitos de consumo, nuestra forma de vivir. Me parece que, hoy, ser austero es ser solidario. Se es voluntario en todos los momentos del día porque el voluntariado es una forma de entender la vida.


Mucho ánimo en vuestra labor solidaria, en vuestra tarea voluntaria. ¡Felicidades Voluntarios!

2 comentarios:

Alberto P. dijo...

Muy buena reflexión a tener en cuenta. Gracias

Anónimo dijo...

Sigue sonando a turismo, a impresiones fuertes en la retina de la cámara y en el ritmo cardíaco. Vivir rápido, estar a la última, visitar visitar visitar. Eso implica consumo. Y cada nuevo año buscamos nuevos alicientes, que nos estimulen, y cada año buscamos actividades que nos satisfagan o complementen, cada año deseamos nuevas vidas, cada año necesitamos nuevas .... Y no lo mismo que el año anterior mejorando. Esto lo vivimos o transmitimos desde/a pequeños. No se si en Africa también celebran el Fin de Año y/o el Nuevo Año con nuevos deseos por unos dias, o solo desean cada día un mejor próximo día, o nada de lo anterior.
Saludos.