sábado, 28 de enero de 2012

CAMINOS DE AFRICA II

Los caminos de Tanzania en esta época del año están encharcados. Ha llovido fuerte, lo sigue haciendo. Lo que hace unas semanas era un desierto grisáceo hoy es de un verde intenso. Parece otro lugar, otro país.
Los agricultores se han apresurado a sembrar. Donde vivo incluso ya aparece el maíz que crece desmesuradamente en pocos días, pero si las lluvias no son generosas en las próximas semanas el esfuerzo habrá sido baldío.

Por la mañana, camino de Iringa, el calor aprieta y veo a un grupo de escolares al borde del camino bajo la densa sombra de un mango. ¡Qué frondosidad! Los frutos son deliciosos y varios de ellos tratan, en vano, de hacerlos caer de las ramas más elevadas. El mango necesita mucho calor. Camino del Museo de la Esclavitud en Bagamoyo, en la costa, la carretera está flanqueada por cientos de ellos. Los miles de esclavos que venían del interior comían su fruto y los restos fueron tejiendo esa tupida red que hoy recuerda el horror y el sufrimiento de tantos africanos tratados como escoria.


Son las once de la mañana de un viernes cualquiera y muchos niños no están en la escuela. Un grupo numeroso camina por una carretera de tierra con azadas en sus hombros. Trabajan en los campos ayudando a sus madres. En estos momentos cualquier refuerzo es bien recibido. O quizá tengan que colaborar en las labores del pequeño huerto de la escuela que aportará unos pequeños ingresos.

Pero si hay un árbol representativo en los caminos africanos ese es la acacia. Puede alcanzar los 6 metros de altura. Sus hojas, pequeñitas, minimizan las pérdidas de agua y sus raíces sacan todo el jugo del suelo. Sus hojas son el alimento preferido de las jirafas y de otros animales. Por el camino que conduce de Itunundu a la capital de la región, plagado de acacias, ha pasado el gobierno con una nueva ley que prohíbe construir a menos de 22,5 metros de los costados. “Bomoa” -ha puesto en muchas de las casas. Derruir. Las ha marcado con una inmensa cruz roja. Es la señal para el ángel exterminador que, seguramente, nunca pasará y así evitará que muchas familias tengan que tirar abajo el que ha sido desde hace años su hogar.


a gente en bicicleta, acarreando pesados fardos, es el paisaje en cualquier momento del día en estos caminos, más verdes que nunca. Hasta el baobab, con su inmenso tronco, ha buscado el agua que de color a sus ramas que ya nunca parecerán raíces hasta el próximo invierno.
Recorrer estos caminos es ir descubriendo la belleza y el sufrimiento, lo cotidiano, lo que ha sido así por cientos de años, lo que está cambiando, lo que no te gusta y lo que quisieras para España





Ser cooperante es querer andar con estas gentes durante un tramo del camino para colaborar con ellos en un mundo más justo, que muchos anhelamos.

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