lunes, 9 de abril de 2012

Así viven los pobres

Hace unos días llegué a Sadani, a pasar la Semana Santa con mi amigo Daniel, misionero de la consolata, que lleva más de 25 años por estas tierras. Vine en el transporte local, los dala dala. Un poco más de 5 horas para hacer 100 km. Una auténtica experiencia.

En Sadani, los sábados “toca” visita a los enfermos de la zona durante la mañana. Una auténtica inmersión en el África profunda. Un recorrido por las injusticias de nuestro mundo. La pobreza en su máxima expresión (quizá exceptuando los barrios marginales de las grandes ciudades del sur y los campos de refugiados). Unas casas míseras sin ninguna comodidad, solo unas estancias, en una casa de adobe y techo de paja, en su mayor parte vacías. Y los enfermos, enfermos pobres, que en el mejor de los casos tienen el cuidado de un hijo o la visita de un vecino. ¡Cuántas veces solos!

Así viven los pobres, sin dinero para costearse las medicinas o la educación de sus hijos, sin medios para llegar al hospital, viajando hacinados, con sida o malaria, con una casa muy poco digna, sin zapatos que calzarse, con muchas dificultades…

También un recorrido por la esperanza: la vida entregada de Daniel que trata de cuidar de sus almas y también de sus cuerpos, haciendo que estos tanzanos tengan una vida digna y plena ya aquí en la tierra y no solo en el cielo.

Hoy, cuando regresábamos, un grupo de 5 o 6 personas salían de la misión con unos sacos de maíz en la cabeza. La imagen, por usual, no me ha llamado la atención. Me dice Daniel: “Son de Kibada”. Este pueblecito, que conozco, está a una hora y media andando, desde aquí. Y me explica: “Vienen a la misión a moler el maíz porque el debe (unos 20 kg) aquí cuesta 400 chelines y en su pueblo está a 700”. Un euro son 2.000 chelines. Los 40 kg. que acarreaban les habrán supuesto unos ahorros de 30 céntimos de euro. Por ellos se han pegado una buena paliza con una buena carga sobre sus cabezas. Así viven los pobres.

Mañana me marcho a Iringa pero parte de mi vida se queda con ellos y seguiré volviendo mis ojos y mis manos a estas gentes que van trazando mis caminos y con los que quiero seguir compartiendo mi vida para colaborar en un mundo mucho más justo. Desde Sadani, un lugar de paz en las tierras altas del sur de Tanzania, os quiero hacer llegar mi felicitación pascual.


Que estos días sean de paz y alegría. Un abrazo grande.

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