




Durante este verano nuestra principal labor ha sido dar los primeros pasos para iniciar un proyecto de viviendas saludables en uno de los barrios más pobres del pueblo, el 'Cerrito San Francisco', que se va a desarrollar junto a Caritas de San Ramon (Perú). El barrio, de unas 70 familias, está compuesto por colonos de la zona andina que han acudido a Villa Rica en busca de trabajo en el café y que se asentaron con la esperanza, no siempre cumplida, de mejorar su vida. Se trata de un pequeño cerro en el que sin calles, ni sistemas de desagüe para residuos (todo acaba en un par de arroyos que lo atraviesan), ni luz, se levantan algo más de un centenar de casas de madera en estado muy precario, con cocinas de leña sin una salida de humos adecuada.
Por suerte para los habitantes de este pequeño barrio, tienen una presidenta vecinal excepcional, la señora Paulina, una mujer, que pese a sus muchas dificultades por un bajo nivel cultural y económico, con una hija que hace un año acabo sus estudios básicos a la que no puede pagar la universidad, lucha y trabaja duro por su barrio y sus gentes. Junto con ella y dos técnicos de Caritas hemos podido establecer con los vecinos lo que esperamos sea el embrión de un precioso proyecto, el mejoramiento de sus cocinas y la instalación de baños ecológicos. Allin Kausai (vivir mejor) es el nombre que se le ha dado en quechua al mismo, la lengua de la mayor parte de estos colonos andinos.
Todos los años procuramos dedicar algunos días a visitar una realidad peruana distinta a la que conocemos en Villa Rica que nos permita obtener una visión un poco más amplia, Perú es un país inmenso, no sólo en tamaño (el doble de España) si no sobre todo en diversidad, tan acostumbrados como estamos a Europa, donde la verdad es que todo esta tan unificado... El año pasado colaboramos en la parroquia de Villa Rica con un sacerdote húngaro que este año no está, el padre Luis. Ahora se encuentra en Oventeni, un poblado más pequeño que Villa Rica bastante perdido de todo el mundo, y que llevaba 25 años sin párroco. El viaje puede realizarse en avioneta, media hora, o en coche, más de 10 horas para recorrer 140 kilomtros. Nosotros decidimos ir con el primer medio y volver con el segundo.
Cuando uno vive unos días en el Sur y abre los ojos un poquito enseguida descubre lo “fregado” (traduzcámoslo por fastidioso) que es vivir en el Sur.
Gumersinda, “China” para los que somos sus amigos, tuvo un cólico el sábado pasado, parece que con piedras en la vesícula o algo así. Muy doloroso de todas formas. Por supuesto aquí en Villa Rica no le pudieron hacer nada. La fuimos a visitar y estaba llorosa.Conoció a alguien que, con algo parecido, no sobrevivió.
China es de esas personas que se hacen querer. Es risueña, siempre está alegre. Canta como los ángeles y tiene una familia maravillosa. Su esposo Alcides, nos trae y nos lleva con su taxi por estos mundos de Dios. Milagritos, su única hija, está terminando primaria y siempre que nos ve, corre a darnos un beso con abrazo incluido.
China es mi amiga. Tras unos cuantos veranos viniendo por aquí, hay gente a la que siento muy cercana, gente que te abre su casa y cuántas veces su corazón lleno de alegrías y de tristezas, de bondad y de dificultades.
A China la mandaron a Oxapampa, la capital de la provincia. Allí le abrieron, pero parece que lo que encontraron no les gustó. También parece que no había anestesista. Y le mandaron a Lima. 12 horas interminables. Pero en el camino hubo un derrumbe y debió ser alguna hora más. Ahora está en el “Almenara” y creo que se pondrá bien.
En un país como Perú casi todo está centralizado en Lima. La gente sufre en estas carreteras horriblemente cuando no es en caminos sin asfaltar que desaniman y fatigan al más pintado.
La otra historia que hoy quiero contaros tiene por protagonista a Gaby. Una muchacha de 17 años, delgadita y bien sonriente. Nos ha ayudado a pasar unas encuestas que hemos realizado en uno de los barrios donde se está proyectando un plan de viviendas saludables.
Gaby terminó la secundaria el año pasado y ahora no tiene nada que hacer porque su familia no tiene dinero para pagarle unos estudios universitarios. Gaby es muy espabilada, terminó sus estudios brillantemente pero nos dice que “no hay plata” para irse a ningún lado.
Aquí en Villa Rica no hay universidad, sólo un instituto técnico (imagino que con una especie de ciclos formativos de grado medio) con 4 especialidades. Gaby quiere hacer administración y eso se estudia en Tingo María, a unas 7 horas de aquí. No hay otro lugar más cerca. Nos pregunta: “¿Ustedes, con su ong, no podrían montar una universidad aquí?”
Ver la ilusión que tiene por seguir sus estudios me parte el corazón. Muchos jóvenes se enfrentan a esta cruda realidad: el muro del dinero, la barrera infranqueable de un destino lleno de dificultades.
Gaby tiene una hermana en Lima, sin esposo y con tres hijos malvive en un cuarto. Lo está pasando muy mal. Nos dice Gaby que sus papás le han tenido que ayudar. ¡Qué complicado todo! Paulina, la madre de Gaby, está pensando en meterse en préstamos pero no le salen las cuentas.
Desde la ong nos estamos planteando el buscar padrinos que ayuden a algunos de estos jóvenes en sus estudios. Hay que apostar por la educación. ¿Quieres echarnos una mano?
Desde la tierra del café más fino del mundo, como dicen los carteles en las calles, un abrazo muy fuerte. juanje
Hace unos días que no me pongo con el blog. Ya lo siento.Llevamos unos días ciertamente ocupados y no encuentro tiempo para contaros la experiencia tan rica que estamos viviendo. Ayer comentábamos entre nosotros que estos días no tendrían precio en una agencia de viajes española.
Hoy quiero contaros nuestro viaje a Oventeni, un pueblo remoto de la selva peruana a 140 Kms. de Satipo y más de 250 de Villa Rica que es donde vivimos habitualmente. Nuestro objetivo era visitar al Padre Luís, un cura húngaro al que conocimos el año pasado y con el que hicimos amistad y disfrutamos mucho. Luís lleva unos meses en Oventeni y queríamos acompañarle unos días y, de paso, conocer otra zona del Perú profundo.
Decidimos ir en avioneta, no sin cierto miedo. El piloto, muy experimentado, nos dio bastante confianza y el nombre de la compañía, Alas de Esperanza, acabó por lanzarnos al aire en un viaje de 22 minutos sobrevolando la selva. Nos llamó la atención los fuegos que se pueden apreciar desde el aire. Gente que quema una zona para poder establecerse y allí cultivar y más tarde abandonarlo todo en busca de otros lugares.
En Oventeni viven unos 2000 colonos y más de 6000 nativos Asheninkas. Algunos en comunidades a días de camino apartados totalmente de la civilización. Muchos no hablan castellano. Otro mundo, muy distinto al nuestro,donde hay que pedir permiso para entrar. Es normal ver a familias enteras caminando en fila. El hombre, protector, con una escopeta y sin peso, seguido de su mujer y sus hijos con la mercancía a las espaldas. La pobreza es absoluta. Son evangélicos en su mayoría. Los franciscanos hacía años que no podían atender esta misión.
Me cuentan como hasta hace más bien poco tiempo los nativos han vivido subyugados por los colonos. Ya en los años 80, Oventeni sufrió las secuelas del terrorismo de Sendero Luminoso.
Esta zona es cafetalera pero encuentra muchísimas dificultades para sacar sus productos. La carretera es espantosa. El viaje de vuelta fue en coche y nos llevó 10 horas.
Algo cruel para esta pobre gente que no puede salir de allí de otra forma pues la avioneta es muy cara. Durante los meses de lluvias la carretera es impracticable. Imaginaros un niño enfermo que necesite atención y que tenga que aguantar un insoportable viaje para llegar a un hospital donde quizá le digan que hay que derivar a Lima porque no tienen los suficientes medios. Otras 12 horas de viaje. Esta gente está hecha de otra pasta.
Me quito el sombrero ante esta gente tan resignada y tan sufriente. También ante los misioneros como Luis. Un tipo austero, más bien callado que, aunque no domina el castellano, ha apostado por acompañar a estas gentes en su peregrinar. Su sueño es empezar un internado donde los chicos puedan residir mientras estudian secundaria. La educación, lo tiene muy claro, es la única manera de salir de la pobreza en la que viven.
Me despido de él con tristeza. ¿Cuándo volveremos a hablar? En Oventeni no hay teléfono, ni luz. Han sido unos días intensos. Le tendríais que conocer. Es de esas personas que te cambian por dentro, que te remueven, que te interpelan,… Le está costando hacerse a la vida peruana pero él sabe que aquí está su sitio, entre los más necesitados. Él sabe que vivir es ayudar a vivir.
Vivir en el sur me sigue impresionando. Eso está bien. Parece que no me he acostumbrado todavía a ver pobreza y miseria.
Queridos AMIGOS:
Os escribo desde Villa Rica (Perú). Después de dos días de viaje, ayer por la mañana llegamos a la Selva Peruana. Sin contratiempos. Aquí estamos José Antonio, Bea, Ana y yo. Venimos con muchas cosas que hacer, muchos proyectos que revisar, muchas ideas nuevas para empezar. Nos recibió la selva con lluvia, bastante, y eso que estamos en la época seca.
Ayer ya empezamos a saludar a la gente que conocemos. Es la séptima vez que se viene por aquí y tenemos algunos amigos.
Estos días están siendo un poco raros. Venir de Tanzania y tan rápido coger un avión para sudamérica pasando 4 días en España ha sido por lo menos desconcertante.
Os animamos a que os deis una vuelta por la exposición y os toméis un cafecito rico de los que pone Ruth, que también fue cooperante en Perú hace unos años.
Gracias a todos los que colaborasteis. Gracias a todos los que con sus palabras nos hacen soñar con un mundo mejor, con agua para todos.